Ya sabemos que por cualquier lugar que transitemos nos vamos a encontrar una cola. Y eso no es de un mes para acá, sino desde hace meses, y podría decir desde hace un año o poco más. Lo que pasa es que la crisis en los últimos meses se ha agudizado.
Debido a un episodio que vivió mi esposa hace algunas unas semanas, creo que hemos descubierto el origen de las colas en Venezuela. Sé que este cuento le va a favorecer a la pandilla que nos gobierna. Le estaría echando una mano, pues. Sobre todo a nuestro brillante ministro de Alimentación.
El cuento es este. Mi esposa fue al supermercado -que de súper ya no tienen nada-, a ver qué pescaba en sus anaqueles. Al entrar, se da cuenta que hay una larga cola en un lado donde jamás se había visto una. Ella y otros que recién entraban al establecimiento se preguntaban para qué sería. Mi esposa agarró su carrito y llegó hasta el principio de la cola. La dos pimeras personas eran dos señoras que se ubicaron cerca de una puerta a la que solo tenían acceso los empleados. Cuando de pronto sale un señor de aquella puerta y dice:
– Buenas tardes. Díganme, ¿ustedes están haciendo esta cola para qué?
– Las dos señoras responden: No sé, señor. Nosotros nos paramos aquí fue a conversar y de pronto se comenzó a hacer una cola detrás de nosotras.
– El señor entre risas: Ah, ok. Bueno, déjenme informarles entonces a todos los demás que esta cola no es para nada. No tiene sentido.
Y así la cola se deshizo entre risas y reflexiones. Perdieron un tiempo valioso para seguir practicando nuestro nuevo deporte extremo, que es buscar cualquier cosa. Somos unos zombis en busca del tesoro perdido; seres atontados que hacemos colas sin preguntar y sin importar qué nos venderán.
Sin duda este cuento podría ser la nueva y perfecta excusa de este Gobierno cuando le pregunten por las largas colas. «No hay colas, es gente que se detiene a conversar y otros se paran detrás de ellos creyendo que es una cola». Ahí se la dejo al ministro de Alimentación, quien además tuvo el descaro de decirle a una periodista de un medio extranjero que él también hizo cola hace poco, pero para entrar a un juego de béisbol. ¡Qué mantequilla! Mientras la gente se cae a coñazos por un paquete de pañales, por un desodorante, por un detergente, el señor está viendo beísbol. Menos mal que ya se acabó la temporada.