Boca-River y lo ridículo del fútbol

Lo de anoche en La Bombonera fue deplorable, vergonzoso. Por donde se le mire, es un hecho que hay que condenar. Y no solo a los fanáticos delincuentes que siempre empañan el buen espectáculo del fútbol, no solo a ellos, también a los jugadores que luego de casi dos horas de suspendido el juego, no abandonaban la cancha.

Estos son episodios que ocurren constantemente en Sudamérica, pero más que todo en Argentina, donde los hinchas confunden el amor por una camiseta con el vandalismo. Pero entonces, si no puedes controlar al fanático, si no tienes la capacidad de meter policías y la seguridad necesaria para hacerlos desalojar, en ese momento deben actuar los jugadores para guiar a buen término algo que se le salió de las manos a los organizadores.

Los periodistas lo decían ayer: «qué bochorno, nos está viendo el mundo, esto es culpa de la dirigencia argentina». Y el que más lo criticó fue Fernando Niembro, y de verdad, es la primera vez que le escucho algo coherente a ese señor. Obviamente, lo de anoche era indefendible. Menos no podía decir.

Lo más cumbre es que el árbitro informa que el partido está suspendido, luego lo anuncian en todo el estadio y los jugadores de Boca Juniors se ubicaron en la cancha como diciendo «nosotros estamos aquí y vamos a jugar». Muchachos, es la Copa Libertadores, no es el campeonato devaluado que juegan ustedes todos los fines de semana. Y no solo eso, sino que a cuatro jugadores de River le habían echado gas pimienta, pero pongamoslo mejor así: a cuatro de sus compañeros de trabajo los hirieron. Dónde queda la solidaridad, el compañerismo, porque la rivalidad son solo 90 minutos de juego, pero luego de ese tiempo se puede razonar mejor, se puede hablar. se puede escuchar.

Luego, ninguno de los dos equipos quería salir de la cancha, uno esperaba que el otro saliera primero, porque el que abandonara primero el engramado, perdía. Tamaña ridiculez. Qué mal ejemplo de los futbolistas y del DT. Pero lo peor vino al final, cuando el portero de Boca, Agustín Orion, levantó los brazos para aplaudir a la fanaticada que quedaba en el estadio y que había lanzado cantidad de botellas plásticas a los jugadores de River. Hay que ser muy corto de mente para hacer eso; retírate calladito y deja eso así. Lo que hizo fue alimentar más ese odio desmedido que hay entre los dos equipos argentinos y aupar las acciones que llevaron a suspender el juego.

Muchos hablan de que el fútbol aquí se vive con más intensidad, que es más lindo, que tiene más color, que se grita más y pare usted de contar. Pero al final, nada de eso sirve si cosas como las de ayer siguen pasando y en pleno siglo 21. Al menos yo, creo que seguirán ocurriendo. Es una lástima.

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