Un maravilloso día en el Banco Bicentenario

7:44 am Llegué al Banco Bicentenario junto a mi abuela (85 años), quien viajará a finales de mes y debíamos consignar los documentos necesarios para pedirle al gobierno que le dé los dólares que le corresponden. Encontramos dos colas afuera de la entidad bancaria: una para los que iban a taquilla y otra para los que necesitaban hablar con los promotores. Nos tocaba la segunda. Teníamos por delante unas 16 personas.

8:30 am Esperaba que abrieran las puertas del banco, pues a esa hora deben abrir. Nada.

8:44 am Sale el vigilante y pregunta: «¿Quién va a aperturar cuenta?». De inmediato, quise hacerle un gran favor y decirle que el verbo «aperturar» no existe pero qué carajo, no quería amargarme tan temprano. Entonces la gente -que tampoco colabora-, le hacía cien preguntas y la cola se convirtió en un número ocho.

9:33 am Mi abuela se sentó en unos banquitos muy cerca del banco y yo seguía parado en la cola. Ya habían entrado seis personas, los demás seguíamos afuera. Detrás de mi estaba un señor y después de él una señora que acababa de llegar. Entonces llegó otra señora y comenzó la siguiente discusión:

-Disculpe, señora, pero yo voy detrás del señor-, con voz muy baja.

-Lo siento, yo llegué y detrás del señor no estaba nadie-, dijo firmemente la señora.

-Señora, yo estaba hablando con una amiga en la cola de la taquilla. Yo voy aquí-

-Lo siento, yo no la mandé a hablar con su amiga y abandonar su cola. Yo voy detrás del señor y se acabó. Si usted quiere métase delante del señor, pero delante de mi no va usted ni nadie-

-Ay, señora, usted si es amargada, en lugar de estar happy en la vida-

-No soy amargada, sino que nadie va a venir a colearse, yo me doy a respetar-

-Pero señora, si colas hay en todos lados-

-Sí, por culpa de ese maldito-

Estuve pensando, mientras permanecía en la cola, que quién sería ese maldito.

10:40 am Mi abuela seguía sentada y yo me acerqué a la puerta del banco y observé a tres promotoras y solo una atendiendo a los clientes, las otras dos, supuestamente, estaban cargando unos créditos al sistema. Pensé: «de aquí salimos como a la 1 de la tarde». Entonces elevo la mirada sobre la puerta de vidrio y veo un papel pegado que dice: «Número de Cuenta Corriente del PSUV». No saben cómo lamenté no tener efectivo en ese momento. Será para la próxima.

11.05 am Hasta que nos tocó entrar al banco. Nos sentamos. Todavía teníamos a seis por delante. Sorpresa: el aire estaba dañado. Me puse a leer El Nacional, el único periódico que se puede leer en este país quién sabe hasta cuándo. Me sorprendió la participación en los comicios electorales de Guatemala: más del 70 por ciento.

12:32 pm Hace su entrada triunfal, ta ta ta ta… ¡La Gerente del banco! La sigo con la mirada. Entra a su oficina, deja la puerta abierta, se sienta, prende la computadora por puro trámite, porque de inmediato se instala en su teléfono inteligente.

12:48 pm Al fin nos atienden. La promotora revisa la carpeta, todo bien. Pero ella debe ir a comer. Nos manda con una compañera que llegaba de almorzar y ésta revisa nuevamente los papeles. Paciencia. Mi abuela firma los 50 papeles y listo.

1:21 pm Salimos finalmente del Bicentenario, el banco del pueblo, del gobierno. Pero yo seguía con la incertidumbre y no me podía sacar de la cabeza la frase de la señora horas antes: «ese maldito». ¿A quien se habría referido? Aún sigo pensando en eso.

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