Solemos jugar mucho con el tiempo. El tiempo nos angustia, nos desespera. A cada cosa que queremos hacer hay que ponerle fecha -aunque sea una tentativa-: pero tal día de tal mes yo debería haber hecho tal cosa. Así somos.
Solemos sacar cuentas el último día del año y no el día que cumplimos años. Siempre empezamos por los logros, por las metas cumplidas. Pocas veces recordamos nuestros fallos, esos errores que dejamos regados y que no queremos volver a revivirlos.
Solemos olvidarnos de esas palabras que pronunciamos de más; del día que gritamos más de la cuenta; de esa semana que fuimos más intolerantes que nunca.
Solemos olvidarnos de algo llamado paciencia, esa virtud de pocos que siempre visualizamos muy pero muy lejos. Hay cosas que debemos esperar más de la cuenta, pues no siempre es uno quien pone los plazos. No somos los dueños del tiempo; creemos que podemos manejarlo a nuestra manera pero eso es falso.
Solemos «administrar» el tiempo y cuando menos lo esperamos, listo, se nos fue el tren; o llegamos tarde; o jamás nos disculpamos con esa persona; o ya es muy tarde para intentarlo. En fin, se nos fue el tiempo.
Yo tuve una guerra particular con el tiempo en 2015. De hecho, creo que ha sido el año que dormí menos desde que tengo uso de razón. Fue fácil: por el afán de conseguir lo que necesitaba, esperaba ansioso el tiempo necesario para hacer de todo.
Mientras jugaba mi particular partido con el tiempo, quería avanzar en otras cosas e iba imaginado escenarios posibles. Entonces era Patrick versus el tiempo y, a su vez, mi mente trabajaba 24 x 24. Agobiante. Desesperante. Estresante. Sin embargo, no me enfermé.
El 2015, para mi, se quedó por la mitad. La otra mitad toca trabajarla estos primeros meses del año. No fue lo que esperaba: lo trabajé, lo luché, lo pensé, pero eso no siempre es garantía de buenos resultados; pero al menos sí sirve para saber que estás en la ruta correcta.
Este año ya no quiero ganarle al tiempo, tan solo quiero que llegue el momento, cuando sea, el mes que sea, el día que sea, a la hora que sea. ¡Coño, algo uno tiene que aprender en doce largos meses!
Es así Patrick siempre por lo general uno pone el tiempo y cuando esperamos los resultados no son lo que esperamos. Esa reflexión tuya esta buena que llegue el mes el dos la hora que tenga llegar y cuando llegue todos diremos este es el momento , a veces hay que tener paciencia para ciertas cosas . Pero ya verás tú momento. Suerte y paciencia