Tenía casi año y medio sin salir de Venezuela. En ese tiempo la crisis se ha agudizado, pero también hemos sentido algunos corrientazos de esperanza. De hecho, la gente hace su mayor apuesta a este año, al 2016, y todo esto tras los movidos cuatro meses que han transcurrido hasta ahora. Pero hasta el más nacionalista desea salir al menos dos o tres días de aquí. Es que es agotador. El día a día en este país es agotador. Agota hablar de lo mismo; agota defender tus ideas ante gente sorda; agota el miedo; agota la ignorancia; agota lo efímero de las buenas noticias; agota la desinformación; agotan los rumores. Pero pasa que sales del país, reconocen tu acento y de nuevo a hablar de lo mismo. Te relajas, sí, pero es inevitable que un venezolano, para bien o para mal, pase desapercibido. Y eso me pasó en Aruba. No lo voy a negar: yo también busque hablar de nosotros y de la mala fama que ahora tenemos. Soy periodista, entiendan. Así que salimos del aeropuerto rumbo al hotel. Y de una le busco conversación al taxista. «Antes los que más venían eran los americanos y los venezolanos; ahora son los americanos los que más vienen. El venezolano antes venía a comprar, ahora ya no, ahora no quieren gastar«. Sueldo mínimo en la isla. «Aquí el sueldo mínimo son 1100 dólares. Un apartamento alejado del centro te puede costar entre 300 y 400 dólares el alquiler; un mercado para dos personas está entre 200 y 300 para un mes. Como casi siempre trabajan los dos, pues pueden hasta ahorrar. Es triste lo que pasa en Venezuela, no podemos generalizar ni cerrarles las puertas, uno no sabe si a uno le toca también pasar algún día por algo así. Mira, mira, este condominio es de los más caros y allí compraron puros venezolanos. ¿Viste el terreno que está al lado del aeropuerto? Bueno, ahí van a construir un hotel; el dueño es un venezolano».
No era la idea pero me tocó conocer un hospital. Estaba sentado en la sala de espera. Entra un joven con un brazo y una pierna vendada. Le cuesta caminar. Se acerca a la taquilla con un papel. No logró escuchar lo que dice. Luego se sienta a tres sillas de la mía. Una mujer colombiana le busca conversación. Logro escuchar algo pero no le entiendo bien. El muchacho no pasaría los 25 años. Confirmo, por su manera de hablar, que es venezolano. Mi hija me pide ir al baño. Vamos. Al regresar, veo desde afuera la sala de espera y el pana ya no está. Me le acerco al vigilante y le pregunto: «¿Y el muchacho que estaba ahí se fue?, es venezolano, ¿no?». Entonces el señor se suelta: «Sí, es venezolano. Se lo llevaron ya. Llegó anoche golpeado y lleno de sangre. Parece que tuvo una pelea. Le pedimos sus papeles y no tiene nada, ni amigos ni familia aquí. Está indocumentado. Entonces llamamos a la policía. Ya ellos se lo llevaron. Lo van a tratar bien. Muchos venezolanos se están quedando ilegales, llegan en lancha y se quedan. A veces se quedan hasta 40 en un solo apartamento. No quieren gastar. Quieren alojarse en los hoteles más baratos. Mi esposa es de allá y mi cuñada siempre viene. Siempre entra con una invitación de nosotros, porque a todos los demás les piden 150 dólares en efectivo por cada noche que pasarán aquí en la isla».
Esperando para entrevistar a unos venezolanos dueños de una arepera (próximo post), comienzo a hablar con una señora. La vi sentada en la barra y le pregunté si era venezolana, pero no, era colombiana. Hay bastantes colombianos aquí, ¿verdad?. «Sí, pero ahora también han llegado muchos venezolanos, pero están llegando venezolanos malos. Fíjese que están robando carteras en los centros comerciales. Eso jamás había pasado aquí, yo llevo más de 30 años aquí y nunca antes había pasado eso. Pero ya el gobierno ordenó colocar policías vestidos de civil en varios lugares para atraparlos. Esta isla depende del turismo y no podemos dejar que se dañe así por así». Luego comenzó a cantar el himno de Aruba y uno de los socios de la arepera la acompañó.
Último día en la isla feliz. Toca montarse en otro taxi. Esta vez lo maneja una mujer. Arrancamos la conversa con el tema de las propinas. «Los mejores dando propinas son los americanos; los peores, los europeos. Dígame los muchachos que trabajan en los automercados grandes como el Super Food, pueden hacer 150 dólares diarios a punta de propinas, pues los americanos hacen su mercado y como te digo, dejan buenas propinas. Y ellos no gastan en nada. Yo tengo que rodar y rodar, me dejan buenas propinas pero tengo gastos también. Llenar el tanque de esta camioneta me cuesta 70 dólares y me dura dos días». Hasta que salió le tema de los venezolanos. «¿Sabe algo? Yo reconozco a los chavistas rapidito: son mal educados, vienen con mucho dinero, se quedan en el Ritz-Carlton, los ves con bolsas de Vuitton y dicen que todo está bien allá, que es un pequeño grupo que quiere sacar a Maduro, que antes los ricos no pagaban impuestos y robaban, que eso se acabó cuando Chávez llegó al poder. Hace poco celebraron una boda en el Ritz, fueron 200 invitados, era de alguien de PDVSA y todo pagado por PDVSA. En la fiesta cantó Olga Tañón y Gilberto Santa Rosa. Costó un millón de dólares esa boda. Hay otros venezolanos que vienen a raspar su cupo, se quedan a dormir en las playas y se bañan en las plazas. También vienen a robar. Se la pasan en grupos de 8 ó 10 personas. Entran a perfumerías, unos distraen a la vendedora y los otros roban. La gente dice que pronto van a salir de eso, pero cuándo».
Llegó a mi casa y me reciben a lo grande: sin luz. Ya me habían informado de los saqueos. Recuerdo entonces el viaje a la isla feliz, recuerdo a la gente con la que hablé y de verdad ellos no están tan felices. Se está convirtiendo en la isla feliz que teme ser infeliz por culpa de los venezolanos. Porque no solo exportamos gente exitosa y profesional, también emigran delincuentes y nuevos ricos (es decir, rojitos).