Sabiduría pura en El Palito

«Mire esto, cuándo en vacaciones se veía esto así. Vacío. Nadie viene a las playas ahora. La ganancia que me queda es muy poca.  Tengo que comprarle a los bachaqueros la harina pan, no siempre puedo hacer cola, porque entonces cuándo trabajo. Esto es un castigo, señor. La gente pensaba que Chávez era eterno y mire, se murió. Pero esto tiene que ser una lección, porque nosotros no estudiamos, no nos preparamos y ahora estamos viviendo esta pesadilla. De verdad que esto es una gran lección para todos los venezolanos. Hay que estudiar, hay que prepararse. Esto no nos puede volver a pasar. Cuándo saldremos de todo esto, cuándo. Al menos ya por aquí se solucionó el problema del agua, pero eso no es suficiente. En un día bueno puedo hacer 30 mil bolos, imagínese, si cada empanada o malta valen 800 bolos. Saque la cuenta y vea que ya no se vende mucho. Mi ganancia cada vez es menos. Y eso es un día bueno, y esos días son solo algunos sábados».

Esas son palabras de una vendedora de empanadas en El Palito. Está clarita, ¿verdad?

Es que para definir lo que se vive en Venezuela no se necesitan palabras rebuscadas, ni analistas ni historiadores.  No. Tampoco hace falta ser licenciado. Es, sencillamente, decir lo que se vive a diario. Y que mejor frase que esa donde dice que hay que prepararse, que hay que estudiar. Pero bueno, igual los torpes siguen regados por ahí, y seguirán arrastrándose hasta el final.

Es tan sencillo explicar lo que pasa aquí, y si no me creen, pasen por El Palito.

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