15 señales que demuestran que te perdiste los JJ.OO Rio 2016

Si no vieron o no se enteraron de lo siguiente, se perdieron Rio 2016:

  1. La espeluznante fractura del gimnasta francés Samir Ait Said.
  2. La mala cara de Simone Biles al recibir una medalla de bronce. Una ganadora de pies a cabeza.
  3. El ridículo de Lochte y sus amigos luego de una noche loca en Rio. El Comité Olímpico de EEUU tuvo que pedir disculpas.
  4. La cara de Michael Phelps cuando el sudafricano Chad Le Clos se puso a calentar al estilo «Rocky» frente a él.
  5. La conversa entre Bolt y De Grasse llegando a la meta, en las semifinales de los 200 metros planos.
  6. El gesto más noble de Rio 2016: cuando la neozelandesa Nikki Hamblin provocó la caída de la estadounidense Abbey D´Agostino y Nikki se esperó y la levantó. Luego, Abbey le devolvió el gesto cuando Hamblin sufrió un calambre. El espíritu olímpico en pleno en esa prueba de los 5000 metros.
  7. Los atletas que lloraron por los fuertes abucheos del público brasileño. Uno de esos fue el francés Lavillenie, quien comparó a la afición carioca con la Alemania nazi. Tremendo lío.
  8. La sencillez y la pena que sentía Katie Ledecky las veces que recibía una medalla. Tiene 19 años apenas y su primera medalla la ganó ¡a los 15!
  9. La foto que se hizo viral entre una alemana y una egipcia, en un juego de voleibol de playa.
  10. La historia de Yusra Mardini, una de las integrantes del equipo de refugiados.
  11. La historia de amor entre la nadadora húngara Katinka Hosszú y su entrenador.
  12. El misterio del agua verde en la piscina de saltos ornamentales.
  13. La prohibición a las ciclistas británicas de afeitarse el vello púbico. ¿Alguna ventaja por eso? Bueno, ganaron el oro.
  14. Los círculos rojos en el cuerpo de Phelps y otros atletas.
  15. El selfie entre las atletas de Corea del Sur y Corea del Norte.
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Una refugiada que salvó vidas ahora quiere una medalla olímpica

Aún tengo en mi memoria la foto del niño sirio que fue encontrado muerto a las orillas de una playa turca. Su padre quería una mejor vida para él y su familia, pero no se pudo. El caso le dio la vuelta al mundo y mucho más la horrible foto del niño arrastrado por ese mar que se lo tragó y luego lo escupió en la arena. Por estos días me enteré de otra historia de refugiados, pero ésta tuvo otro final. No digamos que feliz, pero sí diferente. Es difícil saber si es feliz lejos de su familia y más por la manera como abandonó su país.

Se llama Yusra Mardini y jamás imaginó que aprender a nadar la sacaría de la guerra; tampoco que gracias a eso podría salvar vidas; y mucho menos, que estaría participando en unos Juegos Olímpicos. Su padre la guió hacia la natación desde los 8 años. A los 13 (2011), todo se fue al carajo: la guerra destruyó su casa, su piscina, su vida.

No lo pensó mucho y junto a su hermana, también nadadora, se fueron a Estambul y desde allí decidieron cruzar en un bote hasta Grecia. Eran 20 refugiados. Pero la vida seguía ensañada con ella: el motor del bote falló. Cero drama para Yusri y su hermana. Ambas decidieron lanzarse al agua, tomar la cuerda que estaba atada a la embarcación y nadar en esa agua helada por tres horas y media. Nadó hasta llegar a Grecia. Le salvó la vida a 20 personas, entre ellos niños. Cuando uno está obligado a tomar decisiones rápidas, es más efectivo creo. Hay más determinación y más empeño. Y, supongo, si se trata de sobrevivir, uno le da hasta el final. Hay golpes que la vida nos da que son a propósito.

Ya luego llegaron a Alemania, obtuvieron refugio y lo primero que hizo fue preguntar por una piscina. Así que retomó sus entrenamientos y de una llamó la atención de muchos. Su meta estaba puesta en Tokio 2020, pero la vida le dio un descanso a tanto sufrimiento y le regaló una sonrisa cuando el Comité Olímpico Internacional la seleccionó como parte del primer equipo olímpico de refugiados en la historia de los JJOO.

Y así esta lindísima siria de 18 años llegó a Rio 2016. Su poca edad no dice todo el sufrimiento que lleva encima, pero tampoco lo bien que enfrentó cada dificultad. Ella ahora solo quiere tres cosas: que se abran las fronteras a todos los refugiados; paz para su país y una medalla olímpica. Pero con o sin medalla, la presea más importante ya la ganó: la de estar viva.

Yusra, no importa si en tu cuello no cuelga una dorada, una de plata o de bronce. No. Importa más la lección que le has dado al mundo, a tu país, a otros deportistas, a mi. Eres la nadadora más grande de este planeta.

 

 

Mi primer Mundial: Un domingo en el Maracaná (y VII)

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Ir un domingo a un estadio de fútbol es maravilloso; pero ir un domingo al Maracaná por primera vez y en pleno Mundial, ya es algo más especial. Hay mucha historia en ese lugar y estar allí, en ese mítico estadio, es algo que recordaré siempre. Seguir leyendo «Mi primer Mundial: Un domingo en el Maracaná (y VII)»

Mi primer Mundial: Río de Janeiro, una fiesta perpetua (VI)

Llegamos al aeropuerto de Río de Janeiro un sábado, como a la 1 de la mañana. Nos quedamos hasta el amanecer. Medio dormimos en el lobby del único hotel que se encontraba allí dentro. Querían cobrarnos poco más de 200 dólares por dormir en una sus habitaciones unas cuatro horas. Así que nos sentamos en sus muebles y dormimos para recuperar fuerzas. Cero dólares y nadie nos dijo nada. Seguir leyendo «Mi primer Mundial: Río de Janeiro, una fiesta perpetua (VI)»

Mi primer Mundial: Salvador, no te olvidaremos (V)

Calles de Pelourinho
Calles de Pelourinho

Salvador es una ciudad llena de contrastes, como la mayoría de las ciudades latinoamericanas. Una señora que había estado allí antes, me comentó antes de viajar: «es una ciudad que te gusta o no te gusta, no dirás que te gustó más o menos o que no te gusto mucho». La cuestión es que en pleno Mundial las cosas cambian: más seguridad, más limpieza, más orden, y eso, obviamente, te da otra perspectiva del lugar. Mi hermano y yo podemos decir que conocimos lo más interesante de esa urbe. Seguir leyendo «Mi primer Mundial: Salvador, no te olvidaremos (V)»

Mi primer Mundial: La unión hizo la fuerza en Guarulhos (II)

Seis horas de viaje desde Caracas hasta Sao Paulo. Dormí cuatro creo. Al menos pasaron comida dos veces las estrellas de TAM. No puedo negar que el servicio fue excelente, sin embargo, las molestias no murieron en Maiquetía. La mayoría de los pasajeros no sabían dónde dormirían las dos noches que debían permanecer en Sao Paulo por culpa de la línea aérea. Al menos yo tuve chance de buscar hotel, pues me avisaron un jueves que no viajaría el miércoles, sino el domingo. Seguir leyendo «Mi primer Mundial: La unión hizo la fuerza en Guarulhos (II)»