Venezuela, el país de los discretos

No hables. No digas. No mires. No comentes. No cuentes. Sé discreto. Habla bajito.

Los venezolanos se han convertido en los seres más discretos del mundo. Si alguno se entera donde puede conseguir azúcar o aceite, hace silencio. Es una obligación. Llega ansioso al lugar y hace la cola esperando por su premio. Ya de regreso, si alguien le pregunta donde lo consiguió, dice rápidamente que se lo regalaron. Pocos dicen la verdad. No les da la gana. Es una suerte de competencia por la comida donde el premio mayor, en un día, puede ser dos kilos de azúcar, dos litros de aceite, dos harina pan y un pote de mayonesa. Ya está. El kit del silencio. El combo de la discreción. 

Lo he visto, lo he escuchado: gente preguntándole a otras donde consiguieron tal cosa y la respuesta siempre es la misma: me lo regalaron o me lo consiguió una amiga. ¡Coño, en este país ya nadie regala nada y casi nadie hace ese tipo de favores!

Ahora las mujeres ya no se fijan en el nuevo corte de la amiga, tampoco están pendientes de saber cómo le quedaron las tetas nuevas. No señor. Ahora la mujer le ve la bolsa a la amiga o a la desconocida, a quien sea. Y menta madre si lleva las cosas en bolsa oscura. Algunas disimulan más que otras. Unas miran de reojo y, las más descaradas, le clavan los ojos a la bolsa como queriéndola abrir.

Esto es todos contra todos. El que te puede joder, te jode. Sin pena, sin vergüenza. Adiós al pudor. Hace tiempo que la solidaridad quedó en el suelo, pisoteada. Aquí no existe eso de «hoy por ti, mañana por mi». Qué va. Aquí es «hoy por mi y mañana por mi, y pasado mañana también por mi».

Esto es todos contra todos. Venezolanos versus venezolanos, el partido del siglo: transmisión en vivo en cualquier estado del país, las 24 horas del día. Y si lo ves por algún canal del gobierno, te encontrarás a un «Nanú» Díaz cualquiera queriéndole ver el lado bonito a la cosa y obligándote a agradecerle a Maduro la «patria» que tenemos.

El más vivo no vive, sino sobrevive y se jacta de eso. Pero siempre en total discreción.

No hables. No digas. No mires. No comentes. No cuentes. Sé discreto. Habla bajito.

Al final, quizás el más discreto sea el que aguante más esta pesadilla.

 

 

 

15 señales que demuestran que te perdiste los JJ.OO Rio 2016

Si no vieron o no se enteraron de lo siguiente, se perdieron Rio 2016:

  1. La espeluznante fractura del gimnasta francés Samir Ait Said.
  2. La mala cara de Simone Biles al recibir una medalla de bronce. Una ganadora de pies a cabeza.
  3. El ridículo de Lochte y sus amigos luego de una noche loca en Rio. El Comité Olímpico de EEUU tuvo que pedir disculpas.
  4. La cara de Michael Phelps cuando el sudafricano Chad Le Clos se puso a calentar al estilo «Rocky» frente a él.
  5. La conversa entre Bolt y De Grasse llegando a la meta, en las semifinales de los 200 metros planos.
  6. El gesto más noble de Rio 2016: cuando la neozelandesa Nikki Hamblin provocó la caída de la estadounidense Abbey D´Agostino y Nikki se esperó y la levantó. Luego, Abbey le devolvió el gesto cuando Hamblin sufrió un calambre. El espíritu olímpico en pleno en esa prueba de los 5000 metros.
  7. Los atletas que lloraron por los fuertes abucheos del público brasileño. Uno de esos fue el francés Lavillenie, quien comparó a la afición carioca con la Alemania nazi. Tremendo lío.
  8. La sencillez y la pena que sentía Katie Ledecky las veces que recibía una medalla. Tiene 19 años apenas y su primera medalla la ganó ¡a los 15!
  9. La foto que se hizo viral entre una alemana y una egipcia, en un juego de voleibol de playa.
  10. La historia de Yusra Mardini, una de las integrantes del equipo de refugiados.
  11. La historia de amor entre la nadadora húngara Katinka Hosszú y su entrenador.
  12. El misterio del agua verde en la piscina de saltos ornamentales.
  13. La prohibición a las ciclistas británicas de afeitarse el vello púbico. ¿Alguna ventaja por eso? Bueno, ganaron el oro.
  14. Los círculos rojos en el cuerpo de Phelps y otros atletas.
  15. El selfie entre las atletas de Corea del Sur y Corea del Norte.

Una refugiada que salvó vidas ahora quiere una medalla olímpica

Aún tengo en mi memoria la foto del niño sirio que fue encontrado muerto a las orillas de una playa turca. Su padre quería una mejor vida para él y su familia, pero no se pudo. El caso le dio la vuelta al mundo y mucho más la horrible foto del niño arrastrado por ese mar que se lo tragó y luego lo escupió en la arena. Por estos días me enteré de otra historia de refugiados, pero ésta tuvo otro final. No digamos que feliz, pero sí diferente. Es difícil saber si es feliz lejos de su familia y más por la manera como abandonó su país.

Se llama Yusra Mardini y jamás imaginó que aprender a nadar la sacaría de la guerra; tampoco que gracias a eso podría salvar vidas; y mucho menos, que estaría participando en unos Juegos Olímpicos. Su padre la guió hacia la natación desde los 8 años. A los 13 (2011), todo se fue al carajo: la guerra destruyó su casa, su piscina, su vida.

No lo pensó mucho y junto a su hermana, también nadadora, se fueron a Estambul y desde allí decidieron cruzar en un bote hasta Grecia. Eran 20 refugiados. Pero la vida seguía ensañada con ella: el motor del bote falló. Cero drama para Yusri y su hermana. Ambas decidieron lanzarse al agua, tomar la cuerda que estaba atada a la embarcación y nadar en esa agua helada por tres horas y media. Nadó hasta llegar a Grecia. Le salvó la vida a 20 personas, entre ellos niños. Cuando uno está obligado a tomar decisiones rápidas, es más efectivo creo. Hay más determinación y más empeño. Y, supongo, si se trata de sobrevivir, uno le da hasta el final. Hay golpes que la vida nos da que son a propósito.

Ya luego llegaron a Alemania, obtuvieron refugio y lo primero que hizo fue preguntar por una piscina. Así que retomó sus entrenamientos y de una llamó la atención de muchos. Su meta estaba puesta en Tokio 2020, pero la vida le dio un descanso a tanto sufrimiento y le regaló una sonrisa cuando el Comité Olímpico Internacional la seleccionó como parte del primer equipo olímpico de refugiados en la historia de los JJOO.

Y así esta lindísima siria de 18 años llegó a Rio 2016. Su poca edad no dice todo el sufrimiento que lleva encima, pero tampoco lo bien que enfrentó cada dificultad. Ella ahora solo quiere tres cosas: que se abran las fronteras a todos los refugiados; paz para su país y una medalla olímpica. Pero con o sin medalla, la presea más importante ya la ganó: la de estar viva.

Yusra, no importa si en tu cuello no cuelga una dorada, una de plata o de bronce. No. Importa más la lección que le has dado al mundo, a tu país, a otros deportistas, a mi. Eres la nadadora más grande de este planeta.